Época: Renacimiento7
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1525

Antecedente:
Escultura clasicista

(C) Jesús Hernández Perera



Comentario

Por la escasa obra conservada, apenas el bronce del Caballo encabritado con jinete del museo de Budapest que únicamente se le viene atribuyendo, tal vez se olvida que Leonardo de Vinci se ocupó de la escultura, entre las muy diversas manifestaciones de su ingenio. Sabido es que permaneció bastantes años, incluso después de obtener la maestría, en el taller de Andrea Verrocchio, cuyo modelo en barro del Colleone pudo tener a la vista, hasta que lo fundiera en bronce A. Leopardi para la plaza de S. Zanipolo de Venecia. Es lógico que tuviera en cuenta esta obra capital del maestro cuando se ofreció a realizar para la plaza del Duomo de Milán el monumento ecuestre de Francisco Sforza, modelado por él en barro (1481) y colocado en la plaza donde lo agredieron los invasores franceses, perdido después de llevarlo a Mantua. El gran caballo de hasta 7 metros de alto sólo puede conocerse por los dibujos de Leonardo -el del molde puede estar en el códice de la Biblioteca Nacional de Madrid-, que lo dispuso en salto en corveta, como los équites de su Batalla de Anghiari. Más tarde proyectó otro memorial ecuestre para la capilla funeraria de Giangiacomo Trivulzio en San Celso de Milán (1511-1513), del que sólo quedan los dibujos, de enérgico dinamismo en el animal sólo apoyando en el suelo sus patas traseras y en el vencido bajo él.
A pesar de esa cortedad de muestras, el estilo de Leonardo incluyendo también préstamos de sus novedades pictóricas, pudo reflejarse en escultores como Giovan Francesco Rustici (1475-1554), cuya pieza señera es el grupo de la Predicación del Bautista, colocado en parangón con el de Andrea Sansovino, esta vez sobre la puerta llamada del concurso, ganado por Ghiberti en 1402. El levita trae el recuerdo del Zuccone de Donatello, pero los plegados de su vestimenta se sumergen en cierto esfumado de raíz leonardesca. También le influyó la Batalla de Anghiari de Leonardo en los tondos de terracota que modeló para Fiésole, antes de su emigración a Francia.

Un clasicismo más equilibrado y próximo a la plenitud de Rafael, cuyos dibujos le ayudaron a plasmar en mármol o en bronce algunas de sus estatuas y relieves, es el cultivado por el florentino Lorenzo Lotti, comúnmente denominado Lorenzetto (1490-1541). Colaboró en la escultura ideada por Sanzio para arropar la Capilla Chigi, en Santa María del Popolo, de Roma, entre ella el Profeta Elías, de cierta teatralidad expresiva, y el excelente desnudo de Jonás, de introspectiva actitud tal vez inspirada en las cabezas de Antinoo del período adriáneo. El relieve broncíneo del frontal del altar, especialmente Cristo y la Samaritana, tiene la gravedad solemne del Ara Pacis augústeo.

Coetáneos de la estancia leonardesca en Milán fueron los escultores activos en la cartuja de Pavía, como Cristoforo Solari, activo junto al arquitecto y estatuario G. A. Amadeo, o Agostino Busti il Bambaja (1480-1548), que además de su actuación en Pavía es recordado por el primor de los adornos del yacente Gaston de Foix, hoy en el Castillo Sforzesco de Milán (1525).

En la cartuja famosa constituyeron talleres familiares los marmolistas ligures y lombardos, como los Gaggini y los Della Porta, que de las canteras de Carrara extrajeron mármoles para España, y algunos de ellos trabajaron en nuestra Península, como Nicolao de Corte, decorador del palacio granadino de Carlos V. El más conocido de los Gaggini, Antonello, ya nacido en Palermo (1478-1536), es el autor más destacado de la estatuaria siciliana.

Recordemos también la presencia de los españoles Diego Siloe y Bartolomé Ordóñez, con su intervención entre 1516 y 1519 en la Capilla Caracciolo de Nápoles, llena del primor y la dramaticidad del primer Miguel Angel. A Francia extenderá su clasicismo quinientista Guido Mazzoni Paganino, autor de sepulcros reales en la abadía de Saint Denis, nacido en Módena, donde ha dejado la patética lamentación del Entierro de Cristo en terracota polícroma, que prolonga la de su maestro Nicolás del Arca en Bolonia.